Carla Haberkon "Vemos la evidencia de que el sobrepeso y la obesidad cada día están más extendidos en la población infantil. Y esto evidentemente deriva en niños con enormes problemas de salud: hipertensión, diabetes, trastornos cardíacos, colesterol elevado…"
Nuestras dietas y la de nuestros hijos son cada vez más desequilibradas y excesivamente calóricas. ¿En qué fallamos los padres?, ¿Cómo podemos enseñar a comer correctamente a los niños? Para aclarar nuestras dudas, en Secoe entrevistamos, en exclusiva, a Carla Haberkon, nutricionista titular del departamento de nutrición y seguridad alimentaria en Secoe
Los últimos estudios realizados en España sobre alimentación infantil muestran unos datos preocupantes: cerca del 93% de los niños no desayuna correctamente, el índice de obesidad infantil ha aumentado un 16% y sólo un 10% de los niños practica suficiente deporte para llevar una vida saludable.
¿En qué fallamos los padres? ¿Cómo enseñar a los niños unos hábitos de alimentación saludables?
Carla Haberkon nos da las claves.
La incorporación de la mujer al mercado laboral afecto directamente en el modelo de alimentación, menos tiempo para las labores del hogar, para ir a la compra en busca de productos frescos, más prisas, más estrés… todo ello produjo un incremento claro del consumo de productos procesados y precocinados, con la consiguiente merma en la calidad y variedad de la dieta de los niños/as.
Sin embargo, desde hace ya unos años se viene observando una tendencia ascendente en la preocupación en las familias, sobre todo en aquellas de mayor poder adquisitivo y formación. Se intenta aumentar el cuidado de aquello que consumimos y buscamos más información, aunque no siempre vamos a la fuente más fiable.
Claro está que la infancia es aquella etapa de la vida en la que sentamos las bases de lo que seremos de adultos. Y la alimentación no deja de ser otra asignatura que aprender, interiorizar y generar un hábito sano para el día de mañana. La relación que establezcamos desde los cero meses perdurará en el tiempo y afectará a todos los niveles. Emocionalmente puede derivar en conductas restrictivas, atracones, ansiedad… en muchas ocasiones se trasladan nuestros miedos, preocupaciones, etc. al modo en que nos alimentamos.
Por otra parte, ya vemos la evidencia de que el sobrepeso y la obesidad cada día están más extendidos en la población infantil. Y esto evidentemente deriva en niños con enormes problemas de salud: hipertensión, diabetes, trastornos cardíacos, colesterol elevado…
Una dieta saludable debe ser equilibrada, adaptada a las necesidades de los niños/as y variada. Y esto se traduce fundamentalmente en dar a conocer a los niños/as la mayor cantidad posible de alimentos, para que los saboreen, conozcan las texturas, aprendan a cocinarlos…
En el plato del niño/a siempre debe haber la misma distribución: la mitad serán verduras y hortalizas, un cuarto proteína (animal o vegetal) y el otro cuarto carbohidratos (arroz, pasta, patatas…). Y siempre acompañado de agua.
Y no debemos olvidar que la dieta no sólo es lo que comemos en sí sino cómo nos relacionamos con la comida, qué sabemos de ella y cómo la compartimos con nuestra familia o amigos al comer. El disfrute del niño a la hora de la comida es fundamental para establecer una relación sana.
El desayuno rompe el ayuno más prolongado que llevamos a cabo a lo largo del día. Debemos consumir alimentos de alto valor para poder dar a nuestro organismo el combustible que necesita para afrontar las tareas de la mañana. Y teniendo en cuenta que los niños se enfrentan a largas jornadas escolares, esto se torna vital.
Un niño que no desayuna correctamente es un niño con menor capacidad de concentración y, por ende, menor rendimiento académico.
Además, son niños/as con mayor riesgo de sobrepeso y obesidad. Un ayuno excesivo, sea a la hora que sea, siempre conduce a comidas menos controladas y más espontáneas, con peores elecciones, mayor nivel de ansiedad y una ingesta superior a lo que realmente se necesita.
Dar ejemplo. Los padres/madres somos el modelo de conducta para nuestros hijos/as. Absolutamente todo lo que aprendemos es por imitación. Se trata de ofrecer pero nunca forzar. Que tengan la comida a disposición, que la vean, que cocinen con nosotros, que sepan que disfrutamos de ella, que sea un momento de compartir y siempre agradable. Y perseverar, todos pasamos por momentos en que nos gustan unas cosas más que otras, si no forzamos ellos irán hacia nuestro camino. Pero en el momento en que obligamos entramos en resistencias, en lucha, en conflicto y en obligación. Y a largo plazo es mucho más difícil de tratar.
En escoger la mayor cantidad de productos frescos que podamos. Y, en segundo lugar, en el etiquetado que hay en la parte de detrás de los productos. Tener en consideración que los ingredientes siempre se ordenan de mayor a menor contenido, de tal modo que si el primer ingrediente es azúcar o similar, muy probablemente no sea la mejor opción. Y saber también que más de 5 ingredientes implica que es un procesado y que deberá ser consumido muy ocasionalmente.
Y siempre, ir a la compra con una lista. Planificar las cenas en base al menú de los niños/as es un truco infalible. Nos estaremos asegurando elegir conscientemente la alimentación que queremos ofrecer y disminuiremos sustancialmente el número de comidas espontáneas que haremos en la semana, que por regla general, no suelen coincidir con buenas elecciones.